Incluyo a continuación la introducción de este pequeño texto ya
que nadie mejor que su autor para explicar el contenido del mismo:
Las
películas de Andréi Tarkovski, ejemplo arquetípico de construcción
palimpsestial e interdisciplinar en el séptimo arte, han escuchado
siempre de forma atenta a la música en la búsqueda de elementos que
apuntalaran el desarrollo de una obra cinematográfica única en el Siglo
XX. Su filmografía encontró sólidos elementos expresivos en el terreno
de la música que ejercieron, como los pictóricos, los poéticos o los
documentales, de vía de prospección y legitimación para un arte joven,
que en la obra de Tarkovski dialoga abiertamente con toda una historia
de pensamiento y estética para mayor solidez del conjunto resultante en
cada uno de sus filmes.
No pretendo en este artículo realizar un
recorrido exhaustivo por la vida y obra de Tarkovski, sino mostrar y
destacar ciertos puntos de contacto entre el realizador ruso y la
música. Se trata, como es sabido, de un campo de expresión artística que
él amaba profundamente y con el cual tuvo una intensa relación, ya sea
por la presencia de ésta en sus películas, como por su breve
acercamiento a la escenografía operística. A ellas siguieron luego las
obras musicales compuestas en homenaje o inspiradas a partir de su
persona y sus largometrajes. De ellas hablaremos en un artículo distinto
de éste.
De forma sumaria, y por lo que se refiere a sus
largometrajes, podemos dividir la relación del cine de Tarkovski con la
utilización del sonido en tres grandes etapas. Las dos primeras están
muy determinadas por los compositores con los que trabajó Tarkovski en
cada una de ellas, a lo que se añade una etapa final en la que el propio
director se hizo cargo de todos los elementos sonoros que intervenían
en el filme. Cada uno de estos periodos nos confirma la extraordinaria
cultura musical de la que hacía gala
Tarkovski, por la idoneidad conceptual y estética del uso de la música
culta en cada una de sus obras. Todas ellas, consideradas en conjunto,
constituyen un proceso de depuración sonora paradigmático que
consideramos merecedor de análisis pormenorizado como el que pretendemos
iniciar con este artículo.
Por más que el director ruso, en
diversas ocasiones, hubiese pensado en realizar películas sin música,
ésta nunca llegó a desaparecer de sus largometrajes. Podemos ver en ello
un compromiso con el realismo de sus cintas, pues si para Andrei
Tarkovski la música era parte del paisaje sonoro de su vida, también
ésta lo era en la cotidianidad de sus personajes. La música, pues,
debería formar parte del paisaje cinematográfico que dibujaba en cada
una de sus películas, aportando una carga conceptual y estética de una
extraordinaria coherencia que iremos analizando al respecto de cada uno
de sus siete largometrajes.
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