En este libro figuran cómicos
tan dispares entre sí que cualquier comparación entre ellos es odiosa e
ineficaz, pues aunque cada uno ha aportado a la historia del cine
algu-nos de los momentos más hilarantes que se pueden recordar, lo han
hecho de modo diferente. Con un estilo tan personal que resulta casi
imposible de reproducir, su facilidad para hacernos reír no se limitó a
la gran pantalla, pues sus entrevistas, documentales, actuaciones en
público y shows de televisión, son ya una preciada joya para los buenos
aficionados. No hay manera de elegir a uno de ellos, del
mismo modo que resultaría imposible seleccionar el monumento histórico
más importante de la Humanidad. Son ya una leyenda y si tenemos que
definir el estilo de cada uno de ellos nos resultaría igualmente
difícil, aunque podemos intentarlo: Los Hermanos Marx fueron los más
desquiciados, veloces en sus chistes, sarcásticos hasta el delirio y
anárquicos como nadie. El tiempo les ha proporcionado incluso más
categoría de la que tuvieron en vida y tanto sus libros, como sus
películas, son objeto de revisión por aficionados y críticos. Woody
Allen es el intelectual, el escritor y el filósofo, el mordaz y quien
mejor sabe burlarse de las debilidades y defectos humanos. No son sus
modos de actuar los que pro-vocan la risa y en ocasiones ni siquiera sus
cortos chistes, sino sus conclusiones y comentarios, tan acertados que
podrían haber sido escritos por el mismísimo Platón, y todo ello con el
mejor sentido del humor conocido. De Cantinflas tampoco hay mucho que explicar, pues su verborrea atropellada ha sido imitada por miles de cómicos del
mundo entero, lo mismo que sus andares y modos de vestir, aunque esto
último sea solamente un esbozo. Es el más sencillo de todos, el cómico del
pueblo, pero no por ello el menos inteligente ni el peor; solamente es
uno de ellos. Pero junto a estos actores ya clásicos, los espectadores
consiguen esbozar con frecuencia una sonrisa y hasta soltar una
estruendosa carcajada con intérpretes como Billy Crystal, un estupendo
actor y presentador quien, además, posee grandes cualidades como
literato, pues sus guiones están dotados de inteligencia y humor al
alcance de todos los espectadores. No menos importante es el binomio
imposible de cubrir entre Jack Lemmon y Walter Matthau, tan lejanos y al
mismo tiempo tan cercanos a Dean Martin y Jerry Lewis que nos hace
creer en la posibilidad de un matrimonio social entre dos hombres,
incluso aunque aparentemente se odien. Igualmente y si bien ahora
hayan tomado cada uno caminos diferentes, los miembros del
grupo Monty Python (John Cleese, Terry William y Terry Jones,
principalmente), tienen que tener un lugar de privilegio en un libro
sobre el cine cómico, lo mismo que
Charles Chaplin, tan mudo que parece imposible que fuera capaz de tener
ese humor tan infantil que mostraba en sus filmes. También hablaremos
de Jim Carrey, gesticulante y osado que le ha hecho convertirse en uno
de los cómicos preferidos de los jóvenes,
así como de su inspirador Jerry Lewis, una leyenda cuyos antiguos
filmes merece la pena revisar. Y qué decir de ese inglés llamado Rowan
Atkinson, más conocido como Mr. Bean, que con sus dotes de mímico ha
conseguido un lugar de honor en la televisión y ahora en el cine,
en donde incluso ha ejercido de agente secreto, lo mismo que hace Mike
Myers, el popular Austin Powers. ¿Quién nos queda? Muchos,
especialmente hispanos, algunos de ellos descritos o reseñados en este
libro, demasiados para incluirlos a todos con la dignidad que se
merecen. |
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